miércoles, 9 de septiembre de 2015

Carta antes del último suspiro.

Estimado señor o señora gobernante en particular y seres humanos en general, permítanme que desde este momento escriba en genérico, tengo pocas fuerzas y no sé si podré llegar al final de esta carta.
Somos tres hermanos de la misma especie, la humana, antes teníamos un perro al que llamábamos hermano perro y una planta a la que llamábamos hermana planta, entre nosotros cinco no importaba a qué especie pertenecíamos.
En algún sitio, algún despacho, ocurrió algo y nos quedamos sin agua, la hermana planta murió, su muerte fue lenta. 
Nuestro hermano perro dormía siempre en la puerta de casa, sin ataduras, nunca nos gustaron, cuando se acercaba alguien o algún otro hermano animal, él ladraba y nos avisaba de su presencia.
Un día se acercó un coche lleno de hombres armados, nuestro hermano perro, como siempre, ladró, los hombres le dispararon, cuando lo oímos salimos y nos encontramos a nuestro hermano perro tumbado sobre un gran charco de sangre, no supimos reaccionar, los hombres armados nos gritaban, nos insultaban y se reían de nuestro hermano perro, entonces algunos de los hombres cogieron cuerdas y nos ataron juntos, a los hermanos humanos y al hermano perro, nuestras ropas aceptaron de su sangre.
Después los hombres montaron en el coche y se fueron, desde entonces no pararon de pasar coches y más coches llenos de hombres armados de armas, armados de despachos y de odios... nosotros seguíamos allí atados.

Una mañana pasó otro coche lleno hasta el techo de mujeres y hombres, esta vez no llevaban más armas que lágrimas en las mejillas, paró y una mujer se bajó y cortó las cuerdas que nos ataban, y sin decir una sola palabra se subió al coche, justo antes de que salieran les grité.
- ¿Dónde vais?
Les pregunté.
- Huimos...


De esto hace ya una eternidad, los coches con hombres armados siguen pasando, ya la tierra no nos da de comer...

Anoche, sin sueño, como tantas noches y tantos días, discutíamos si tal vez fuéramos los únicos hermanos que quedaban sobre la tierra, y recordamos aquella mujer que nos quitó las ataduras, y pensamos que no podíamos ser los únicos hermanos que quedaban sobre la tierra.
Mi hermano mayor entonces propuso buscar hermanos, mi hermano menor dijo que deberíamos huir de la pobreza para no ser asesinados por un despacho, ni por ningún arma. 
Hoy sin esperanzas para mí, abordo de unas gomas hinchables, me permito este grito que escribo con un último aliento hermanos, por que aun me atrevo a llamaros hermanos. No dejéis que nos asesinen por ser pobres, por querer vivir dignamente, vengamos de dónde vengamos. No hay un solo rincón de este mundo que no se explique sin el resto.
Acabo de entregarme al mar, no me queda más que este suspiro, esta carta, señores y señoras gobernantes, ayúdenme, respóndanme a esta carta y dígannos que son nuestros hermanos, que no vamos a ser asesinados ni por la guerra ni por la pobreza, ni por sus riquezas, dígannos que no lo van a permitir, dígannos que si decidimos huir por la guerra o la pobreza ustedes van a estar ahí, pero háganlo pronto, no nos queda más que este suspiro, háganlo como nuestros hermanos, háganlo incluso sin decir una sola palabra para no perder tiempo, háganlo aun siendo de nuestra misma especie.

4 comentarios:

  1. Me saltan las lagrimas,,Soy SIRIO,Lo que acabo de leer lo estoy viviendo desde hace mas de cuatro años .

    ResponderEliminar
  2. أخي، كلامك عن الحب، و إرادة الله في مجده .
    Hermano, tus palabras hablan de amor, Alá te tenga en su gloria.

    ResponderEliminar
  3. Su escrito es francamente conmovedor.
    Me gustaría poder hablar con usted por privado.

    ResponderEliminar
  4. Gracias por sus palabras Manuela.
    Si me deja un mail me pondré en contacto con usted.
    Un saludo.

    ResponderEliminar